El cuento clásico hecho película por Disney ha creado un concepto erróneo del uso de la madera en la construcción; ya sabes ”y el lobo sopló… sopló…”
En la fábula, cuyas primeras ediciones datan del siglo XIX y se popularizó en 1933 gracias a los dibujos animados de Disney, el lobo “sopla y sopla” y derriba las casas de paja y madera, pero la casa de ladrillo que había construido el cerdito más trabajador, permanece en pie.
Establecido en el subconsciente colectivo que las casas construidas con madera son frágiles, asociado a personas con baja capacidad de trabajo y que deben recurrir a otras más previsoras que viven en casa de ladrillos, el cuento ha definido como “éxito” las construcciones de albañilería y, más aún, las de hormigón, acero y cristal que permiten ver al resto de los mortales desde las torres del triunfo, cuya representación más acabada son los rascacielos.
Pero el lobo cambió y hoy el lobo a quien todos debemos temer es la crisis medioambiental y la salud del planeta.
Y la madera cambió, pasó de ser solo “madera” a ser “madera técnica”, una nueva forma de utilización del material en la construcción con máximo aprovechamiento y utilizando aquellos sobrantes que no tenían valor anteriormente.
Desde los años ’90 se empiezan a acuñar términos como GLULAM y acrónimos como DLT, NLT y el más conocido CLT (Cross Laminated Timber), madera contralaminada; que no es otra cosa que tablas de madera ensambladas y pegadas por sus lados cortos y vueltas a pegar por sus lados largos, conformando un panel continuo de madera que se pega y prensa con otro panel en la otra dirección (a 90 grados) en múltiples capas impares de espesores hasta 0,30 m y de tamaños hasta 16 m x 3,5 m de ancho.
Las construcciones realizadas con este material podrían resistir tranquilamente los ataques del lobo del siglo XX (resistencia y precariedad; y los soplidos del lobo) y los del siglo XXI (principalmente crisis medioambiental).
Aún reconociendo los beneficios de la construcción en madera técnica para atacar al lobo mayor, el del siglo XXI, el de la crisis medioambiental, quedan resquicios de años de “los tres cerditos” del siglo XX, preconceptos que hay que cambiar a partir de la información: fuego, resistencia, durabilidad, deforestación, precio…
Madera en la construcción: resistencia al fuego
Podríamos extendernos mucho sobre esto, pero actualmente existen parques de bomberos realizados en madera ¿es suficiente prueba? Pero vamos a entrar un poco más en detalle.
La madera tiene la capacidad de, al quemarse, hacerlo con un comportamiento muy predecible (0,7 mm/min) que permite planificar muy bien las dimensiones de las estructuras frente al fuego para garantizar la seguridad.
Además, presenta una excelente resistencia a la penetración del fuego debido a su baja conductividad térmica y a su capacidad de formar una capa carbonizada superficial (pirólisis) que permite mantener sus propiedades físicas y mecánicas por mayor tiempo que estructuras de acero y hormigón.
Incluso hay un efecto más: la acción del fuego aumenta por deshumidificación de la capacidad resistente, ya que la resistencia de la madera es inversamente proporcional al contenido de humedad.
Madera en la construcción: mantenimiento y durabilidad
Ya quedan lobos mucho menos violentos con los que lidiar…
¿Qué sucede con el mantenimiento?
La madera es un material natural y, en contraposición a otros materiales artificiales que casi no envejecen, cambia su aspecto con el tiempo, aunque podemos utilizar medios tecnológicos al alcance de todos que retrasan este envejecimiento (termotratamientos) o utilizarla previamente envejecida para que no cambie de aspecto.
¿ Y la durabilidad de la madera?
Actualmente existen ejemplos que demuestra que la durabilidad no es un problema para la madera como material de construcción. Podemos estudiar el complejo de templos llamado Hōryū-ji en las proximidades de la ciudad ciudad japonesa de Nara con cinco pisos construidos alrededor del año 600 DC.
En cuanto a la resistencia, en el cuento si el lobo fuera un terremoto y las tres opciones de viviendas se sometieran al mismo esfuerzo, el final cambiaría. Seguramente en este caso la vivienda de madera sería la opción más segura, por su mayor ductilidad frente al ladrillo y al hormigón.
Esto se produce por dos motivos, el primero es que las fuerzas sísmicas son proporcionales al peso del edificio y el peso de la madera es sustancialmente menor que el de otros materiales (una estructura de madera puede pesar hasta 5 veces menos que una de hormigón). El segundo motivo es que la madera tiene una gran capacidad elástica, puede absorber importantes deformaciones antes de su fallo.
Estos dos elementos confluyen para hacer de la madera técnica un material altamente recomendable para zonas sísmicas.
Si seguimos presentando las bondades de la construcción en madera, un material que se regenera naturalmente los 365 días del año, que crea valor en zonas poco pobladas, que es una fuente de carbono, que es maleable y resistente, preciso, muy industrializable, con el que se pueden construir nuevas arquitecturas y crear ciudades sostenibles, con edificios sanos, que aportan bienestar a sus habitantes y que una vez terminada su vida útil se puede desarmar o reutilizar parcialmente o reciclar.
La madera es el material del pasado y del futuro. Noruega ya ha demostrado desde el tiempo de los vikingos que la madera es el mejor material y el más ecólogico para construir viviendas y edificios.
“El siglo XIX fué el siglo del hierro,
el siglo XX el siglo del hormigón,
y el siglo XXI será el siglo de la madera técnica ”